domingo, 24 de noviembre de 2013

¿TIENES MIEDO A PERDER?

¿Alguna vez has tenido miedo a perder aquello que has conseguido a lo largo de tu vida? Seguro que desde pequeñito te han enseñado que el mundo está habitado por ganadores y perdedores y que a casi nadie le gusta formar parte del segundo grupo, donde te sientes invisible pero a su vez señalado por los demás, sin embargo, si me lo preguntas a mí te diré, que es cuando perdí casi todo en la vida, cuando comencé a encaminarme hacia el lugar donde se encontraban mis sueños. La educación que has recibido, influye mucho en tu vida y yo crecí en una familia muy pesimista y temerosa, en parte porque perdí a dos de mis hermanos cuando eran pequeños y mi madre siempre pensaba que vendrían más enfermedades a la familia y que se quedaría ella sola, sin hijos y sin marido, por esta razón casi siempre nos prohibía hacer cualquier cosa que deseáramos. En el polo opuesto tenía a mi mejor amigo de la infancia, Luis. Sus padres tenían una mentalidad muy abierta para la época y le dejaban ir a todos los campamentos de verano, le compraron una moto cuando era adolescente y le daban plena libertad para elegir su camino en la vida. Ambos éramos muy buenos jugando al baloncesto y formábamos parte del equipo del colegio. Los momentos compartidos en la cancha forjaron nuestra amistad y nos hicieron inseparables. Lo que más me llamó la atención fue su actitud ante la vida. Luis era muy optimista, siempre pensaba que íbamos a ganar y casi siempre ganábamos. Gracias a él tuve acceso a otro mundo y pude disfrutar de su forma positiva de ver la vida,  sin perder nunca la sonrisa. Cuando terminamos el instituto, yo fui a la universidad en nuestra ciudad y él se marchó a estudiar a Madrid, así que con el paso del tiempo nos escribíamos ocasionalmente, hasta que perdimos la pista el uno del otro.

Empecé a trabajar recién terminada la carrera y con el paso del tiempo me labré una reputación en mi profesión.  Eran años en los que si trabajabas duro, podías llegar a lo más alto desde el escalafón más bajo y no como sucede ahora, donde apenas se valora tu valía y esfuerzo. En el amor tampoco me fue mal. Me casé con una compañera  de la universidad, tuvimos 2 hijos y era razonablemente feliz, con mis veraneos en la playa y sin grandes problemas en la vida, aparte del típico suspenso en el colegio de alguno de mis hijos. Mi madre a veces se encontraba a la madre de Luis por la calle y  le comentaba lo bien que le iba a su hijo. Era un abogado reconocido en la profesión y trabajaba en un bufete de gran prestigio en Madrid. Se había casado, tenía una hija y era muy feliz. La verdad es que a veces echaba de menos nuestros partidos de baloncesto y compartir mis confidencias con él a pie de pista. Qué tiempos aquellos....

Cuando estaba a punto de cumplir 50 años comencé a sentir en mi rostro la velocidad del paso del tiempo, pensaba que se me escapaba lo mejor de la vida y empezó a recaer sobre mis hombros el antiguo pesimismo de mi madre, que siempre pensaba que algo malo nos estaba acechando a la vuelta de la esquina. Así, un día comenzó la crisis económica, a los pocos meses mi empresa hizo una reestructuración de plantilla y fui de los primeros en ser despedido. Mis temores empezaban a hacerse realidad. Pensé que en dos años encontraría empleo, pero ese tiempo pasó rápido y me vi sin prestación de desempleo y sin posibilidad de encontrar trabajo a corto plazo. Todo esto comenzó a desestabilizar mi relación con mi mujer, continuamente me echaba en cara el que no pudiera mantener a la familia, así que el distanciamiento se hizo cada vez mayor y terminamos separándonos. Ella se quedó en nuestra casa, con nuestros hijos y yo tuve que regresar a casa de mis padres. Mi padre había fallecido hacía tiempo y mi madre seguía igual de temerosa que siempre, encadenando problemas de salud y pérdida de ánimo, así que su compañía no era un gran estímulo para mí y temía que la depresión se convirtiera en mi compañera de viaje. Un día, cansado de todo, me fui a dar un paseo por las pistas deportivas donde solía jugar al baloncesto con Luis, en nuestra ya para siempre lejana infancia.

¿Y sabes qué? Me encontré allí a un hombre encestando el balón en la canasta y resultó ser Luis. Nuestra sorpresa fue mayúscula y nos fundimos en un abrazo interminable. Volvíamos a encontrarnos 33 años después, en el mismo lugar de nuestro último partido.  Y aunque el tiempo había pasado, me fue fácil reconocerle por su sonrisa. Seguía igual de alegre y optimista que siempre y comenzó a bromear conmigo, lanzándome el balón, como si fuera ayer el último día que habíamos jugado juntos al baloncesto. Nos sentamos en un banco a charlar y le conté mi situación. Esperaba que me hablara de su brillante trayectoria profesional y de su maravillosa familia, sin embargo, me sorprendió saber que su situación era muy similar a la mía. Había perdido su empleo en el bufete de abogados, su mujer le había dejado por otro  llevándose a su hija y había regresado a casa de sus padres. Nuestras vidas parecían converger en un mismo punto común, el de la pérdida de todo aquello que habíamos conseguido en la vida, sin embargo, parecíamos la noche y el día. Yo estaba al borde del llanto y la depresión y él parecía la persona más feliz del mundo.

Resulta difícil creer que una persona que lo está pasando mal pueda transmitir tanta felicidad y optimismo como él, así que le pregunté cuál era el secreto de su felicidad y entonces me dijo: "En la vida no puedes elegir el tipo de experiencias que quieres tener, pero sí la actitud con la que te enfrentas a ellas y eso lo determina todo. A veces te sucederán cosas positivas y otras negativas y no siempre podrás hacerte con el balón y dominar el partido, pero aún así debes tener confianza en ti mismo y estar preparado para saltar al terreno de juego.  No encontrarás mayor rival en la pista que tu propio miedo y si temes perder, te quedarás en el banquillo, como mero espectador del partido, en lugar de convertirte en jugador y disfrutar de la emoción que el juego te proporciona. Para un jugador de verdad, la derrota se convierte en aprendizaje y el aprendizaje es siempre positivo, porque te enseña a desarrollar habilidades como tener un buen manejo del balón, visión de juego, capacidad de dar buenos pases, buena velocidad y un acertado tiro exterior, lo  mismo sucede en la vida, cada experiencia te servirá para tu propio crecimiento y desarrollo personal y te acercará al lugar donde siempre has querido estar. Además necesitas controlar los tiempos y hacer cada jugada en su momento, sin anticiparte o precipitarte.  Cuando tenía una carrera profesional brillante, vivía de manera precipitada, sin prestar atención a lo que me rodeaba. Ahora que vuelvo a disfrutar de mi tiempo libre, he regresado a esta pista, dónde sólo hay una canasta, un balón y mis sueños y me he dado cuenta que necesito muy poco para ser feliz. Me siento lleno de salud y doy gracias a la vida por lo rico que soy, porque a pesar de haber perdido casi todo en la vida, todavía puedo disfrutar de la libertad de tomar el balón  en mis manos cuando lo desee y lanzarlo a la canasta, sin importar las veces que falle, porque sé que la perseverancia me llevará hasta la victoria final. Cualquiera que sea la circunstancia de tu vida no te rindas, ni te quedes fuera de juego o abandones el partido antes de tiempo y sigue intentándolo, hasta lograr el resultado que deseas". 

A partir de aquel día perdí el miedo y me lancé de nuevo a la pista de la vida. Es mejor jugar en equipo que hacerlo solo y así fue cómo Luis y yo volvimos a jugar juntos al baloncesto. La actitud de mi amigo ante la vida supuso una gran lección para mí y cambié mi manera de pensar, dejé de lamentarme por mi mala suerte y de temer por lo que aún no había sucedido y comencé a vivir en tiempo presente. Mi amigo Luis y yo no sólo retomamos nuestra antigua amistad, si no que además emprendimos varios proyectos juntos, el más importante de todos, el ser optimistas y disfrutar de la vida y  nuestra pasión por el baloncesto nos ha llevado a abrir un negocio de equipación deportiva profesional, es el único que hay en nuestra ciudad, así que nos va muy bien. Estoy muy ilusionado y la vida vuelve a sonreírme, porque he aprendido también a sonreír a la vida, pero sobre todo, he dejado de tener miedo y he regresado al terreno de juego, donde cada día recorro el camino que me lleva hasta la canasta en la que encesto el balón donde se encuentran mis sueños.
Así que, si alguna vez tienes miedo a perder algo importante en tu vida, despréndete del temor y lánzate con pasión al terreno de juego. A veces ganarás, otras perderás y otras cometerás falta personal, pero no debes ver la pérdida o los errores cometidos como algo negativo e irreparable, si no como ése empujón que necesitas para continuar intentándolo hasta alcanzar la victoria final. No aceptes un no, ni el fracaso por respuesta, ni pienses que todo está perdido o que no hay solución en tu vida y mira a tu alrededor.

Quizás el haber perdido hoy todo y el no ver salida, te lleve a las puertas de aquello que realmente te hace feliz y que hasta ahora desconocías, así que presta atención y aprovecha la oportunidad que nace de cada fracaso, para alcanzar aquello que realmente quieres en tu vida. Lo más importante no es tener el balón en tus manos  o hacer triple canasta, tampoco lo es ganar o perder, si no disfrutar de la experiencia que el juego te proporciona, en el partido más importante que vas a disputar: EL PARTIDO DE TU VIDA, DONDE SIEMPRE SERÁS EL PROTAGONISTA.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿SABES PONERTE EN TU SITIO?

¿Eres de los que saben ponerse en su sitio? Si me lo preguntas a mí te diré que uno de mis mayores retos en la vida ha sido el llegar a conseguirlo. Dicen que el mundo se divide entre "el que come" o "el que es comido". Siempre he pensado que esta afirmación es demasiado radical, pues existe un término medio entre devorar y ser devorado, sin embargo, con la experiencia te das cuenta que en el equilibrio del ecosistema sólo existe una única posibilidad y es ponerte en tu sitio. Para mí ha sido tarea difícil conseguirlo, empezando por mi familia, siempre han querido convertirme en el hijo perfecto y me han dado pautas de cada paso que debía seguir en la vida. Debes estudiar esto, hacer aquello y sobre todo parecerte a tu hermano mayor que es súper responsable y un ejemplo a seguir, así que, cuando quieres reaccionar es demasiado tarde, porque te has convertido en la suma de lo que los demás han elegido para ti y ponerte en tus sitio equivale a generar un conflicto en tu entorno y eso es algo que intentas evitar a toda costa, aun cuando suponga sentirte incómodo contigo mismo. Y eso por no hablar de la época de la universidad, quería caerle bien a todo el mundo con el fin de ser aceptado y que la gente no pensara que era el típico andaluz gracioso que vivía en un colegio mayor pagado por papá, eso me hacía protagonista de acciones que una persona normal no habría realizado en mi lugar. Cada curso me erigía en delegado de la clase y me desvivía por ayudar a todo el mundo de forma incondicional, incluso llegué a enfrentarme con algún profesor por defender los intereses de gente que ni siquiera me saludaba por los pasillos y ponía mis apuntes ampliados a disposición de la clase entera en la tienda de fotocopias de la facultad. No necesitaba llevar el cartel de gilipollas colgado en la frente, porque todos me consideraban como tal y en lugar de conseguir que la gente me respetase y admirase, logré el efecto contrario y cada vez me exigían más.  Me sentía enojado conmigo mismo,  pero en realidad era capaz de hacer muy poco por mí y terminé la universidad casi sin amigos. Quería hacer lo posible por cambiar y ponerme en mi sitio e iniciar con buen pie mi andadura profesional, pero me encontraba a miles de kilómetros de distancia del lugar en el que quería estar en la vida. ¿Te has sentido alguna vez así? Si tu respuesta es afirmativa, entonces seguro que me comprendes.
 
En el trabajo nada cambió demasiado. Las oportunidades laborales en mi especialidad escaseaban por aquella época, así que decidí trabajar de forma temporal como dependiente en una tienda de cristalería, pero no era un negocio de cristalería cualquiera, era el mejor de la ciudad, con una fiel clientela, donde se vendían vajillas, copas, lámparas, espejos y otras piezas artesanales realizadas con cristal de bohemia importado desde la República Checa. Mi jefe, don Juan, era un señor mayor muy culto y educado que me enseñó muchas cosas sobre el cristal de bohemia y sobre la vida. De él aprendí a coger cada pieza con delicadeza, a sentir el tacto del cristal y a escuchar el sonido que el cristal de bohemia emite cuando le susurras. Todo aquello hacía que cada momento fuese especial.
 
Pero todo trabajo tiene su parte buena y su parte mala, como todo en la vida. Pues bien, la parte buena te la acabo de contar y la parte mala era tener como compañero de trabajo a Álvaro, un dependiente que llevaba más tiempo que yo y siempre me estaba mangoneando, a pesar de ser de mi misma edad. Mi jefe viajaba con mucha frecuencia a Praga para visitar las fábricas de cristal de bohemia  y mientras tanto, Álvaro era responsable de la tienda. Casi todos los días me hacía quedarme más tiempo y me encargaba las tareas más duras, como limpiar la tienda entera o cargar cajas muy pesadas y otras cosas que no me correspondían, pero yo era incapaz de ponerme en mi sitio, pues temía que me despidieran. Una tarde de sábado había comprado entradas para asistir al fútbol con mis amigos después de trabajar y cuál no será mi sorpresa cuando llegó la hora de cerrar y Álvaro me dijo que tenía que quedarme a colocar un pedido de copas que acababa de recibirse, en la vitrina del escaparate. No era algo urgente ni necesario,  pero él a toda costa quería hacerme perder mis entradas de fútbol, que me habían costado una fortuna y yo no estaba dispuesto, así que, cuando Álvaro se marchó, desembalé las copas a toda velocidad y las coloqué de forma temporal en un lateral de la vitrina, rompiendo el protocolo de manipulación de este tipo de piezas, pero esperando colocarlas mejor el lunes, cuando abriésemos a primera hora de la mañana. De esta forma me dio tiempo a llegar al partido y pude disfrutar con mis amigos de mi tarde de fútbol.
 
Sin embargo, cuando regresé el lunes a la tienda, don Juan me estaba esperando. Parecía disgustado y con gesto contrariado y cuando le pregunté si le sucedía algo, me enseñó todas las copas de la vitrina hechas añicos. Las copas eran muy caras y suponía una pérdida cuantiosa. Al haberlas colocado en el lateral de la vitrina, una de ellas había resbalado y había hecho que todas las demás se cayesen, como un castillo de naipes. Álvaro me miraba de forma acusadora y mi jefe me pidió que fuera a su despacho a hablar con él. Entonces le expliqué lo que había pasado y lo mucho que Álvaro abusaba de mí encargándome cosas que no me correspondían. Don Juan me dijo algo que nunca he olvidado: "Mira, el cristal es muy frágil, pero a la vez muy resistente siempre y cuando esté en el lugar exacto,  pero cuando no está en su sitio o no se le da el uso adecuado, se rompe, tal y como has podido comprobar y cuando esto sucede, no hay nada que puedas hacer para recuperar esa pieza que era única. Simplemente deja de existir. Con las personas sucede lo mismo. Los seres humanos podemos resistir muchas adversidades, pero a su vez podemos rompernos por dentro, porque la naturaleza humana es frágil. Por eso, debes forjar tu carácter y hacerte refractario, como el cristal y no sentirte afectado por lo que los demás opinen o piensen de ti, de esta manera siempre serás tú mismo y eso te convertirá en una persona única y especial, como lo son todas y cada una de las piezas realizadas con cristal de bohemia y cuando entiendes lo único y especial que eres, no estás dispuesto a aceptar situaciones que van contra ti mismo,  porque has aprendido a hacer frente a las adversidades que intentan desviarte del camino que deseas recorrer en la vida y eso sólo se consigue de una manera, poniéndote en tu sitio. No permitas que ninguna circunstancia o persona te hagan perder el lugar que te corresponde en la vida porque entonces nunca te sentirás bien contigo mismo".  Tras este discurso, me quedé sin palabras y después de esto, don Juan se comprometió a no despedirme si plantaba cara a mi compañero y a partir de aquél día no le dejé pasar ni una, ni me dejé vencer por la debilidad ni la falta de carácter  que hasta ese momento, habían sido mi seña de identidad. Desde entonces descubrí que no hay nada  más saludable para tu autoestima que ponerte en tu sitio.

Unas veces te encontrarás caminando sobre nubes de algodón en lo alto del cielo y otras veces verás hundidos tus sueños en las profundidades del océano, es parte de la vida, pero aquello que determina tu destino es lo que construyes cada día y cada segundo con tus acciones y con tu pensamiento y eso te conducirá a encontrar tu lugar en la vida. A veces nos pasamos toda la vida intentando descubrir cuál es nuestro lugar en la vida y otras llegamos a él por casualidad, en realidad sólo hay un sitio para cada uno de nosotros y si no te sientes bien donde estás,  tal vez sea porque no estás en el lugar que te corresponde.

Cuando quieres algo en la vida, pones todo tu empeño en conseguirlo. Lo mismo sucede cuando te valoras y te quieres a ti mismo, harás lo imposible por hacerte feliz y perseguir tus sueños y para conseguirlo debes estar en tu sitio. ¿Te has preguntado alguna vez cuál es tu sitio en la vida?  Como siempre será...aquél que tú decidas.

 

domingo, 17 de noviembre de 2013

LA PERSPECTIVA DE LA NORIA

¿Eres de los que se agobian con cada problema o los ves con cierta perspectiva? Esto me recuerda a una época de mi infancia en la que pasaba los veranos en un pueblo costero de Huelva con mi familia. Allí no conocía a casi nadie pues durante el invierno vivíamos en otra ciudad y cuando iba con mis padres y mi abuelo a pasar las vacaciones, los chicos del pueblo se reían de mí porque mi madre me vestía a la última moda de la capital y siempre desentonaba con la tradición del lugar y además, yo era más pequeño que ellos y todos me sacaban media cabeza. Quizá te parezca una tontería todo esto que te estoy contando, pero por qué será que para cada uno, su problema es siempre el más importante del mundo y para mí, mi mayor problema en esa época era no tener con quien jugar, ni con quien compartir mis lugares secretos o mi colección de canicas. Menos mal que tenía a mi abuelo. Siempre me he fijado mucho en él, pues ha sido un hombre de éxito en sus negocios y en su vida personal. Mi abuelo era un hombre muy ocupado, pero siempre tenía tiempo para mí y pasábamos juntos cada tarde charlando y paseando por la playa. En este pueblecito, lo más emocionante que sucedía en todo el verano era la feria que se instalaba con motivo de las fiestas del Carmen. Entonces el pueblo se llenaba de bullicio y miles de luces de colores de las atracciones invadían el cielo y le pedían permiso a las estrellas para compartir protagonismo en el firmamento. Mi abuelo me llevaba todos los veranos a la feria, íbamos de la mano él y yo y a veces también nos acompañaban mis padres, pero ellos no me dejaban subirme a ninguna atracción, pues al ser hijo único tenían miedo de que pudiera pasarme algo.
 
Sin embargo, cuando cumplí 10 años, ése verano me consideraron oficialmente "mayor" y por primera vez me dejaron subirme con mi abuelo a la noria. Yo seguía agobiado por no ser aceptado en la pandilla, sin embargo cuando me subí a la noria,  comencé a ver a mis padres y  a los chicos del pueblo alejándose y haciéndose cada vez más pequeños y a medida que iba subiendo a lo más alto, me sentía importante, como si el mundo me perteneciera y todos mis problemas quedasen atrás. Entonces mi abuelo me comentó algo que nunca he olvidado: "Cuando tienes un problema no puedes quedarte mirando el  problema desde el mismo lugar, necesitas verlo desde diferentes ángulos o perspectivas, es como cuando vas subido a la noria. Cuando te montas en la noria, comienzas a subir y vas dejando atrás el punto de partida, hasta llegar al punto más alto, donde te paras y observas todo lo que te rodea desde otra perspectiva,  para luego regresar al mismo lugar, pero cuando regresas sabes que todo ha cambiado,  porque has conocido nuevas formas de ver lo que te rodea y sabes que existe más de un punto de referencia, diferente al único que conocías. En la vida sucede lo mismo,  si te quedas parado ante un problema, nunca encontrarás la forma de resolverlo, pero si miras los problemas de forma global y desde otros puntos de vista, el problema se va haciendo cada vez más pequeño e irán apareciendo ante ti nuevas posibilidades, que te ayudarán a ver el problema desde  una nueva dimensión, que antes no habías considerado porque desconocías su existencia, y esto te llevará a resolver tu problema". Y así fue cómo, subido a la noria, mi abuelo me enseñó a hacer frente a mis problemas y a perder el miedo y cuando me encontré cara a cara con el grupo de chicos del pueblo, que segundos antes me habían parecido diminutos desde lo más alto de la noria, me atreví a unirme a la pandilla sin dudar y sin pedirle permiso al líder del grupo o temer que se rieran de mí y esta vez sí que me aceptaron. A partir de aquel verano formé parte de la pandilla de chicos y chicas del pueblo y nunca más volvieron a reírse de mí.
 
Así que cuando tengas un problema no te quedes atascado en el mismo lugar de siempre, dándole vueltas una y otra vez a lo mismo, mirándolo desde un solo ángulo e intenta abrir tu mente y verlo desde diferentes perspectivas, así te darás cuenta que existen nuevas posibilidades que te llevarán al éxito y que no habías visto antes, porque permanecías inmóvil en el mismo lugar.  La vida no sería vida si no estuviera llena de problemas, pero son éstos los que más te ayudan a crecer y a desarrollarte como persona. 

Cuando avanzas  y ves las cosas desde otro lugar, aparece ante ti una nueva dimensión y te das cuenta que todo encaja en tu vida. Así que, todo depende de cómo se miren las cosas. No hay blanco ni negro, ni una verdad absoluta, depende de cómo lo veas tú. Quizá hoy no puedas encontrar salida, pero no te quedes en el mismo punto, explora nuevos caminos y mira las cosas desde otra perspectiva. Tal vez de tu mayor problema pueda surgir tu mayor solución y felicidad en la vida. ¿Lo habías pensado?  Todo es cuestión de perspectiva.

 

viernes, 15 de noviembre de 2013

EL CLUB DE LOS AMIGOS MUERTOS

Esta tarde
he regresado de nuevo
a mi antiguo rincón
del emblemático Café Viena.
Mi mesa me
aguardaba silenciosa,
y mi confortable sillón,
ése que mira al espectador
y lleva mi nombre grabado
con tinta invisible,
esperaba una vez más
abrazarme entre sus brazos
y aunque el tiempo haya pasado,
siento la misma atmósfera de ayer,
y mis recuerdos de otra época
se mezclan
con el tardío final
de mi inefable presente.
El piano toca su melodía
y la luz de la ventana,
ésa que asoma
al mundo su mirada,
me permite observar tras el cristal
el diario caminar del ser humano.

Es el mismo escenario,
pero los protagonistas
han cambiado.
Señores ejecutivos
miran sus teléfonos móviles
y comparten su café
con amarga sonrisa
cargada de prisa,
que te hace sentir
que el mundo
que conocíamos
ha dejado de existir.

En este mismo lugar,
compartí tertulia y café
durante cincuenta años
con mis mejores amigos.
Éramos seis,
amigos desde la infancia,
corazones unidos
frente a una triste España.
Conversábamos sobre la vida,
y poníamos letras a la poesía
y  música a la vida.

Nuestros sueños se reflejaban
en el cristal de la vida
y el aroma de nuestro café
era sabor y  refugio
de  nuestro férreo compromiso
por construir un mundo mejor.
Fueron cincuenta años de amistad,
de compartir nuestro tiempo,
de darnos los mejores consejos
y ese abrazo de amigo solidario
que tu alma cansada necesita
cuando la soledad le visita.

Un día,
el paso del tiempo
comenzó a decirnos adiós
y un sillón quedó vacío,
al poco tiempo fueron dos,
y al año siguiente sólo quedamos tres.
El reloj de la vida,
comenzó a latir débilmente
y parecía querer despedirse
de cada uno de los amigos
que para siempre se marchaba.
Mientras tanto,
el mundo seguía cambiando
y viajaba hacia el futuro
a pasos agigantados.

Hoy tan sólo quedo yo,
a solas con mi bastón
y en íntima comunión
con mi profunda reflexión.
Cada semana
mi calendario tiene
una cita para mí reservada
en el Club de los
Amigos Muertos
y aunque sus sillas estén hoy vacías,
me siento feliz acompañado
por los recuerdos de mi pasado
y por los hermosos sueños
que juntos hemos creado.
Sé que mi final está cerca,
y no tengo miedo
a despedirme de tí
ni de todo lo que me rodea.

Lo que de verdad
me produce temor
es saber que la esperanza
ha abandonado
el corazón y el alma
de millones de personas,
que no ven hoy salida,
ni futuro,
ni horizonte cierto.

Antes de que el telón
se cierre y me marche
para siempre,
no quiero decirte adiós
sin antes recordarte
el sufrimiento de mi generación
que pasó por una terrible guerra,
muchos perdimos a nuestros padres,
arrancados fuimos de nuestra tierra
y azotados durante años por
la escasez y miseria.
Algunos días parecía
que no existiría el mañana,
pero nunca  nos rendimos
y superamos juntos aquella situación
porque teníamos convicción,
y nos refugiamos
con fuerza y fe
en el hogar de la esperanza,
y cada nuevo día
que nacía en nuestra alma
construíamos castillos de optimismo
habitados por nuestros sueños.

Tal vez tu cielo presagie hoy tormenta,
y las estrellas hayan desaparecido de tu vida
Tal vez hoy no puedas divisar el horizonte,
pero no pierdas nunca de vista la esperanza,
trabaja tu fortaleza interior,
y mantente unido a tus amigos.

La tormenta arreciará
y si tienes esperanza,
aunque la intensa lluvia
no te deje ver lo que
asoma hoy tras el cristal,
sabes que la luz
del arco iris
volverá a nacer en ti,
y si tienes fe así sucederá
porque nunca la oscuridad
de la noche duró para siempre
ni el invierno helado
se instaló eternamente
en el jardín de tu corazón,
La luz y el color
volverán a guiar tu vida
de la misma forma
que han iluminado la mía
hasta el final de sus días.

Sólo debes tener paciencia y fe
y confiar en ti mismo,
porque aquello en lo que crees
está a punto de suceder
y la luz volverá a brillar con fuerza
en el escenario de tu vida,
aquél que tú  mismo decidas recorrer
cada nuevo día que amanece en tu alma.

 





 

martes, 12 de noviembre de 2013

LA LISTA DE LOS DESEOS

¿Eres de los que consiguen todo lo que se propone en la vida? A día de hoy puedo afirmar que he hecho realidad casi todos mis sueños. Te voy a contar cómo lo conseguí. Todo comenzó una lluviosa tarde de primavera en la que me encontraba en casa ordenando papeles. Entre tanto desorden aparecieron unas fotografías antiguas en las que estábamos mi hermana y yo tomando el sol en un parque de Boston. Allí pasamos tres veranos estudiando inglés cuando teníamos 14 o 15 años y puedo afirmar que fueron los mejores veranos de mi vida, así que siempre recuerdo esa época de mi adolescencia con mucho cariño. Ver las fotos después de tanto tiempo me produjo cierta nostalgia, pero también un deseo incontenible de regresar a aquella maravillosa ciudad, así que sin pensarlo dos veces, cogí una hoja de papel y  escribí  "Disfruto de un maravilloso viaje a Boston", puse la hoja de papel en un lugar visible de mi mesilla de noche y cada mañana cuando me despertaba la leía, al mismo tiempo que me imaginaba paseando otra vez por las calles y parques de Boston.  Cual no será mi sorpresa cuando varios días después, mi marido que es médico, me comentó que tenía que asistir a un congreso de medicina en Boston y que podíamos aprovechar para tomarnos esas vacaciones que tanto tiempo llevábamos posponiendo. Casi todos sus viajes son por Europa, así que me quedé asombrada. No sé si escribir mi sueño  tuvo algo que ver, pero lo cierto es que regresé a Boston y sentí la misma emoción que cuando crucé el océano por vez primera y un nuevo mundo se abría ante mis ojos. Así fue cómo comencé a creer que los sueños pueden hacerse realidad.
 
A partir de ese momento tomé como hábito el escribir en una lista todo aquello que deseaba conseguir en la vida y me compré una libreta especial, que siempre llevaba conmigo a todas partes y anotaba cuidadosamente en ella cada deseo o meta que me proponía realizar. Me interesé por esta técnica que ya existía, leí varios manuales al respecto e hice una síntesis de los pasos a seguir:
1. Debes anotar cada uno de tus deseos de forma clara y concisa.
2. Escribe tus deseos en presente, como si ya existieran.
3. No utilices palabras negativas como "ninguno" o "no", elimínalas de tu vocabulario.
4. Confía y no dudes. Pon toda tu fe en que tu deseo se lleva a cabo. Para mí, éste es el paso más importante, pues para conseguir cualquier cosa que te propongas en la vida, debes creerlo posible.
5. Da las gracias y hazlo en tiempo presente, como si ya hubieras conseguido hacer realidad aquello que deseas.
6. Puedes poner fecha a tus deseos, para conseguirlos en un plazo determinado, pero debe ser un plazo realista.
 
Continué con mi vida y con mi trabajo como contable, pero cada día hacía progresos con mi lista de los deseos e incluso incluía fotografías de algunos de mis deseos, para visualizarlos y hacerlos más reales. Al cabo de un tiempo nos mudamos al piso que siempre habíamos deseado y cada día surgían nuevas posibilidades que yo creaba con mi pensamiento. Te voy a confesar un secreto, uno de mis sueños más inalcanzables ha sido el de convertirme en cantante profesional. Cuando era pequeña tenía una voz muy bonita, mis padres decían que cantaba muy bien y llegué a cantar en un grupo que formamos en el instituto "Las Guitarras Rebeldes", pero con el paso del tiempo lo dejé y aquel recuerdo sólo se materializaba cuando cantaba bajo la ducha. Siempre he pensado que aunque un sueño parezca inalcanzable, no por ello tiene que ser imposible, así que anoté  en mi libreta de deseos personales "soy una famosa cantante que triunfa en el escenario" y continué con mi vida, imaginando que ya era cantante. Al cabo de unos meses, una de las tardes en las que estaba de compras en el supermercado, se había convocado un concurso. Aquel que mejor cantara por la megafonía el jingle del supermercado podía ganar un carro de la compra valorado en 300 euros. El estribillo era un poco tonto "Compra en Supermercados Alameda y ahorrarás cientos de monedas", pero ahí fui yo, dispuesta a ganar el carro de la compra, micrófono en mano. Cuando canté la estrofa, no sólo gané el premio valorado en 300 euros, si no que además se me acercó un señor que también estaba comprando y que resultó ser productor discográfico. Le había encantado mi voz y quería hacerme una prueba y es que cuando crees en ello, las oportunidades aparecen a cada momento.
 
Y aquí estoy ahora mismo, escribiéndote desde el estudio de grabación, donde estoy a punto de grabar mi primer disco ¿puedes creerlo?, mi primer single ha sido éxito de ventas y mi vida ha cambiado por completo. En menos de dos años he regresado a la ciudad donde pasé los mejores veranos de mi vida, he comprado el piso de mis sueños,  me he convertido en cantante profesional y he dejado el trabajo de contable con el que nunca me había sentido realizada. Y en mi bolsillo siempre llevo la lista de los deseos con la que sigo trabajando cada día y puedo decir que a día de hoy he conseguido casi todos los sueños que tenia, bueno, me falta uno, ser madre, pero ¿sabes qué? justo ayer me enteré que estoy embarazada. 
 
Muchas veces no conseguimos aquello que nos proponemos en la vida porque no expresamos claramente  qué deseamos, por eso te aconsejo que te preguntes a ti mismo cuáles son tus sueños y los escribas en tu lista de los deseos, confiando en que conseguirás hacerlos realidad. Confiar es muy importante, si dudas,  la posibilidad de realización de tu sueño se desvanece.  No olvides que lo único imposible es aquello que no se intenta o se abandona antes de tiempo. Y los sueños nunca se abandonan, pero debes creer en ellos y sobre todo creer en ti mismo. Y ahora dime ¿cuáles son tus sueños? Aquí te dejo un bolígrafo y tu lista de los deseos, que comienza con una hoja en blanco y un pensamiento, para que tú mismo empieces a dar forma a tus sueños.
 
 
 
 
 
 

sábado, 9 de noviembre de 2013

UN DOMINGO COMO LOS DE ANTES

A veces aparece en mi pensamiento el recuerdo de un domingo como los de antes, cuando paseaba por la ciudad buscando el sol entre las calles y el aire olía a pan caliente recién horneado, no a sabor de baguette recalentado, los parques florecían de personas relajadas que contemplaban los reflejos de la luz del otoño a través del cristal de su retina, los besos sabían a besos de verdad y las sonrisas eran reales, no artificios virtuales. La vida era más sencilla y la gente era feliz con lo poco o mucho que tenía, porque sólo conocían esa vida y no existía un universo virtual paralelo donde siempre tienes la impresión de que algo importante falta en tu vida. Ahora la gente también disfruta de su día de descanso, pero en realidad, todo ha cambiado, pues el domingo puedes hacer exactamente lo mismo que cualquier día de la semana, desde trabajar en tu ordenador hasta  realizar la compra semanal en el supermercado o pasear por el centro comercial, cuando hace años era impensable encontrar un comercio abierto ese día y las ciudades no estaban habitadas por tiendas chinas de todo a un euro que, ni tan siquiera cierran el día de Año Nuevo. No ha pasado tanto tiempo desde la última vez que disfrutamos de un domingo como los de antes y sin embargo, parece que han transcurrido siglos.
 
Aún guardo en mi memoria aquellas comidas familiares de domingo, reunidos todos alrededor de la mesa, donde el plato principal eran nuestras risas y confidencias y no prestábamos atención a aquellos intrusos que no habían sido invitados y que más tarde se convertirían en el anfitrión, como el móvil, el ipad o el televisor. Tampoco puedo olvidar aquellas tardes  dominicales dedicadas a escribir cartas a mi mejor amiga, con mi mejor caligrafía y contando en el calendario los días que tardaría en recibir su respuesta dentro de un sobre perfumado lleno de dibujos coloreados. Existía un tiempo de pausa y espera necesaria que daba emoción e intensidad a cada momento que vivíamos. Todo eso ha desaparecido con la llegada de la tecnología y la inmediatez parece ser la única respuesta a la incesante prisa en la que vivimos instalados. Los móviles  nos obligan a estar disponibles las 24 horas del día y la palabra del ser humano ha perdido todo valor porque con un simple emoticono puedes expresar una sensación de alegría, amor, euforia o tristeza ¿y sabes qué? eso nunca podrá sustituir al calor de lo que de verdad quiere expresar tu corazón.  Y si contamos los 200 amigos que tienes en Facebook, dime ¿con cuántos de ellos quedas para charlar o tomar un café algún día de la semana?. Aunque creas que estás conectado al mundo y a los cinco continentes, la realidad es que estás solo, muy solo.
 
Y ¿cuántas horas al día te pasas mirando la pantalla de tu Smartphone? Ahora no nos permitimos ni un sólo segundo de desconexión, de abandonarnos a hacer simplemente nada y es cuando no hacemos nada cuando de verdad tenemos una conexión real con nosotros mismos, porque las redes sociales demandan nuestra atención constantemente y nos obligan a detallar casi al minuto cada cosa nueva que hacemos, como si estuviéramos retransmitiendo un partido de fútbol de nuestra propia vida donde somos observadores de nosotros mismos, en lugar de dedicar nuestro tiempo a vivir la vida plenamente y si no tienes nada nuevo que contar te lo inventas, porque lo importante es lanzarte al terreno de juego y hacer algo con el balón, aunque ese algo sume cero en el marcador. En tu retina sólo existe la pantalla de tu Smartphone y mientras la miras, en ese momento te pierdes lo mejor, la vida que pasa por tu lado de puntillas.

¿Por qué no vuelves a disfrutar de un domingo como los de antes? Todo el día para dedicárselo a lo que más te guste hacer, pero sin hacer trampas. No vale mirar el móvil cada dos por tres, ni hablar por el chat de facebook o enviar tweets por cada segundo que respiras. Comparte tu tiempo contigo mismo, con tus amigos y con tus seres queridos. Elige sensaciones que llenen tu domingo de felicidad y que te hagan sentir agradecido por todo lo que tienes. Observa la luz del sol, el color de las hojas de otoño al caer y la música que el viento produce al mecer la rama de los árboles. Obsérvate a ti mismo, feliz y disfrutando de los colores que la vida te muestra cada día y que tú mismo puedes colorear si recuperas los lápices con los que quieres dibujar tu destino, ése que tú mismo decidas vivir.

Te invito a vivir un domingo como los de antes, en el que recuperes el protagonismo de tu vida, abandones la prisa constante que siempre te acompaña y des espacio en tu corazón a las cosas bellas y esenciales de la vida. Te invito a vivir tu vida plenamente, a abandonar las emociones virtuales y a saborear intensamente cada experiencia que te suceda. Si esperas la mejor sonrisa de la vida, cada día de tu vida será especial y otra vez podrás disfrutar de un domingo como los de antes.

 






miércoles, 6 de noviembre de 2013

DEJAR ESPACIO A LO NUEVO

¿Alguna vez te has preguntado por qué no sucede nada nuevo en tu vida? Esta tarde me hacía esta pregunta mientras miraba las estantería del salón repleta de colecciones de libros que no he leído nunca o los muebles saturados de objetos que he ido comprando en los viajes que he realizado estos últimos años. Después miré las paredes y tampoco quedaba hueco libre para un nuevo cuadro. Mientras pensaba esto me decía a mí misma que casi no he dejado espacio en mi vida para las adquisiciones que pueda realizar en nuevos viajes o para colgar nuevos cuadros, pues realmente no cabe nada más en mi apartamento. Y si abro los armarios sucede lo mismo. Encuentro la ropa que me pongo ahora, además de aquella de la que me da pena deshacerme porque conservo algún recuerdo de mi vida relacionado con el momento en el que la llevé puesta, que sólo fueron varias horas y sin embargo, aún le guardo fidelidad a estas prendas y a  día de hoy siguen formando parte de mi vida. Podría decir que la cocina es la única habitación de mi casa en la que aún queda alguna estantería libre porque sabes que los productos que guardas son perecederos y tarde o temprano los tienes que consumir. Pero ¿qué ocurre con todos aquellos objetos que no caducan y que forman parte de tu vida para siempre? ¿Has decidido cuándo quieres terminar tu relación con ellos? O ¿les has jurado amor eterno el resto de tu vida...y no puedes romper con ellos?...Y es que a veces establecemos relaciones más largas con los objetos que nos rodean que con nosotros mismos.
 
Continúo revisando espacios y veo que mi bolso también está abarrotado de cosas, que casi me cuesta cerrar la cremallera sin que se rompa. ¿Y que me dices del escritorio del ordenador? El mío lo tengo dividido por carpetas, pero tengo archivos que no puedo clasificar en una carpeta determinada y al final los dejas ahí, como suspendidos en el limbo, sin hacer nada con ellos, hasta que un día decides hacer un back-up y lo guardas todo en un CD que sabes que no volverás a mirar. Por último siempre digo que tengo que comprar una agenda nueva pero aún sigo usando la misma que tenía cuando iba a la universidad con más de la mitad de los contactos tachados, porque en los últimos diez años han dejado de formar parte de mi vida y al final son más las páginas llenas de tachones que aquellas en las que figuran direcciones actuales. Así te das cuenta que realmente dispones de muy poco espacio en tu vida para dar entrada a cosas nuevas, porque física y mentalmente no has creado el espacio que necesitas.
 
Pero este no "dejar espacio a lo nuevo" no sólo se desarrolla en el hábitat en el que desarrollamos nuestra vida cotidiana, también lo hacemos extensible a nuestra propia persona. Nuestra primera reacción a la posibilidad de que algo nuevo entre en nuestra vida, es el miedo a la incertidumbre de lo desconocido. De entrada nos da miedo vivir experiencias nuevas sin tener una garantía de éxito, sin saber que todo va a salir bien y convertimos al NO en nuestra bandera. Eso hace que en la mayoría de los casos permanezcamos durante mucho tiempo en el mismo lugar, atrapados en un callejón sin salida, pero pintamos y amueblamos las paredes de este callejón y lo convertimos en nuestro hogar, un lugar confortable donde nos sentimos seguros y sin riesgo. Así rechazamos la posibilidad de explorar terrenos desconocidos e inciertos y por lo tanto, una vez más, de dejar espacio a lo nuevo.
 
Otra barrera para no dejar espacio a lo nuevo es la opinión de los demás, que se traduce en miedo al rechazo. Nos importa tanto lo que los demás puedan pensar o decir de nosotros que la mayoría de las veces nos sentimos incapaces de salirnos de la invisible línea recta por la que hemos decidido conducir nuestra vida, donde sentimos una gran monotonía y aburrimiento, pero a cambio ganamos la aceptación de los demás y en nuestra balanza ese deseo de aceptación pesa tanto, que renunciamos una vez más, a la posibilidad de dejar espacio a lo nuevo. ¿ Y qué me dices del temor al fracaso o el "yo no puedo"? Tampoco dejan espacio a lo nuevo.
 
Y mientras tanto las ventanas de tu vida siguen cerradas a cal y canto, sin posibilidad de que la luz del sol y el aire fresco entre por ellas, te muestren nuevos paisajes y hagan nacer en ti emociones y sentimientos que desconocías, porque no has dejado espacio a lo nuevo. Y tú sigues agobiado, día tras día, pensando que no puedes cambiar nada cuando en realidad lo nuevo ya se ha asomado a tu ventana y te ha dado los buenos días, pero tú continúas sin verlo. Pero no hay secretos ni palabras que puedan decirte por qué nada cambia, la respuesta es sencilla y aquí te la dejo escrita: DEJA ESPACIO A LO NUEVO.
 
 
 

lunes, 4 de noviembre de 2013

LA LUZ QUE SE ENCIENDE Y SE APAGA

Hace unos días estaba leyendo un libro por la noche y la lámpara del salón, que tiene una bombilla halógena,  hizo el amago de apagarse y encenderse varias veces hasta que se fundió por completo, quedando el salón completamente a oscuras. Se da la circunstancia que había cambiado la bombilla hacía poco menos de un mes, por lo que no me parecía lógico que se fundiera en tan corto espacio de tiempo. En otras ocasiones en las que me ha sucedido esto, optaba por cambiar rápidamente la bombilla, pero esta vez decidí esperar. Así que dejé la lámpara conectada aun cuando sabía que la bombilla no funcionaba y decidí poner una pequeña lamparita en la mesa para proseguir con mi lectura. En realidad esta luz me resultaba escasa para leer y no veía demasiado bien, pero no me importó, decidí adaptarme a esta circunstancia y esperar. Cual no será mi sorpresa cuando al cabo de un par de horas, la lámpara del salón volvió a inundar con su luz toda la estancia y ya no he vuelto a tener problemas con ella, funciona perfectamente, sin haber tenido que cambiar la bombilla, que en realidad no estaba estropeada ni fundida. Sólo era cuestión de esperar.
 
Muchas veces en nuestra vida nos encontramos en periodos de oscuridad absoluta en los que nos da miedo caminar, porque desconocemos el terreno que estamos pisando, entonces nos aferramos a la primera luz que aparece en nuestro camino, aun cuando sabemos que no es el faro que necesitamos y que no nos va a llevar al lugar que deseamos, pero  preferimos conformarnos que arriesgarnos a perder la escasa luz que hemos conseguido sin hacer un gran esfuerzo. Así la mayoría de las veces nos acomodamos ante una vida en la que no somos plenamente felices, pero sabemos que nos manejamos bien en ella, pues las sombras que nos rodean nos resultan conocidas, y preferimos seguir ahí, medio a oscuras, que enfrentarnos a la incertidumbre que nos genera la oscuridad total.
 
¿Recuerdas cuando eras pequeño y te daba miedo la oscuridad? Llamabas a tu madre y ella se levantaba de la cama para encenderte una lucecita y darte un vaso de agua. Cuando somos mayores pensamos que hemos conquistado nuestro temor a la oscuridad, pero nos equivocamos, en realidad seguimos teniendo el mismo miedo que cuando éramos pequeños e intentamos evitarla por todos los medios. Debes saber que a casi nadie le gusta la oscuridad pero, es en ella, donde puedes aprender las lecciones más importantes de tu vida y si huyes de la oscuridad, estás huyendo en realidad de ti mismo.
 
Si te fijas bien, ninguna persona relevante a lo largo de la historia ha pasado sólo por períodos de luz y brillo, también y en la mayoría de los casos, ha pasado por largas etapas de sombra y oscuridad, en las que dudaba de sí mismo y de sus capacidades y en donde no veía la luz al final del túnel, pero es en esa oscuridad dónde  pueden surgirte las mayores posibilidades de éxito y de crecimiento personal porque aprendes a conocerte a ti mismo y a potenciar cualidades que siempre han existido en ti pero que hasta ahora, parecían dormidas y tú mismo desconocías que poseías.
 
Es en la oscuridad cuando dejas de prestar atención a aquello que no trasciende en el universo y comienzas a percibir aquello que realmente importa. Aparecen ante ti nuevas realidades que hasta ahora parecían invisibles a tus ojos y un nuevo sol comienza a iluminar tu vida.  
 
El día no sería nada sin la noche y la luz no existiría si no tuviera como compañera de juego a la oscuridad, así que abre tu corazón, hazte amigo de la noche y aprende a bailar en la oscuridad. Sólo cuando comprendas y hables el lenguaje que la oscuridad te susurra, aparecerá en tu vida la luz que necesitas para alcanzar el  camino que conduce a tus sueños.
 
 
 
 
 

sábado, 2 de noviembre de 2013

LA LAVANDERÍA DE LOS RECUERDOS

Hubo un tiempo en mi vida en el que trabajé en una pequeña lavandería de mi barrio. Hasta ese momento había sido bibliotecario y estaba acostumbrado a compartir mi tiempo entre libros y silencio. Pero de un día para otro la biblioteca cerró por falta de fondos públicos y me encontré con 50 años y sin trabajo, algo fatídico en las estadísticas, así que fue una suerte encontrar empleo en aquella lavandería y paradójicamente puedo decir que las cosas más importantes de mi vida las he aprendido allí, no en un libro.
 
Qué cierto es cuando dicen que la vida está llena de contrastes, como cuando pasas del más absoluto silencio al ruido más ensordecedor. Al principio no podía soportar el calor y el traqueteo de las lavadoras, que parecían haber desatado una competición entre ellas mismas para ver cuál ganaba el concurso del ruido. Sin embargo, al cabo de un tiempo no sólo dejó de molestarme el ruido, sino que además, me ayudaba a concentrarme. De alguna manera  sentía que el sonido de las máquinas me aislaba de ese otro rugido que habita en cada ciudad como...el tráfico incesante, el griterío de la gente, el sonido de los semáforos, el aleteo de las palomas, la música de los bares... y me permitía concentrarme en mi propia vida y en aquello que debía mejorar de mí mismo. Así me di cuenta que si te concentras y te escuchas a ti mismo, puedes conquistar el silencio en cualquier lugar en el que te encuentres. A veces perdía la noción del tiempo observando cómo las lavadoras centrifugaban y se movían sin parar y me sentía identificado con la ropa que daba vueltas y con el hecho de que la vida también te hace girar de un lugar a otro y a veces puedes sentirte golpeado y arrugado por los problemas, pero siempre sales más fortalecido y reluciente de esa experiencia, como la ropa que entregábamos al cliente perfectamente doblada y planchada.
 
A la lavandería nos traían todo tipo de prendas, desde sábanas y mantas, hasta ropa industrial, pasando por ropa de abrigo y otro tipo de prendas delicadas. Un día llegó a la tienda una señora mayor que parecía muy apenada. Quería lavar un jersey de su hijo que estaba confeccionado con una lana especial de Perú. Durante el invierno la humedad  había producido alteraciones en el  estampado del jersey y ella quería que quedase como nuevo, al fin y al cabo era el jersey favorito de su hijo y casi lo único que le quedaba de él, pues meses atrás había fallecido en accidente de tráfico. Puse toda mi atención y cuidado en el lavado de aquella prenda. Sin embargo, cuando saqué el jersey de la lavadora, había encogido muchísimo y parecía pertenecer a un niño. Intenté aplicarle diferentes productos, pero no pude hacer nada para que recuperase su estado original. Me sentía triste y abatido.
 
Cuando llegó la señora y le expliqué lo sucedido, no sólo no se enfadó, sino que se sintió aliviada. Me extrañó su actitud y le pregunté si no se sentía disgustada por lo ocurrido, entonces me dijo: "Recuerdo el día que le regalé este jersey a mi hijo , acababa de finalizar su carrera y un brillante futuro le esperaba. Recuerdo su cara de ilusión al probárselo y el abrazo que me dio para agradecérmelo. También recuerdo el día que nació mi primer nieto. Mi hijo llevaba puesto este jersey y cuando tomó a su hijo entre sus brazos, la primera sensación que sintió mi nieto fue el roce de la suave lana de este jersey en su mejilla. Este jersey nunca podría suplir todos y cada uno de los momentos emocionantes  que he vivido al lado de mi hijo, y en mi dolor me había aferrado a esta prenda pensando que era lo único que me quedaba de él, pero me equivocaba. Lo mejor de mi hijo ya lo tengo, así que puedes tirar este jersey, no lo necesito más". Así la señora se liberó de la dependencia que tenía con el jersey y todo aquello comenzó a formar parte de su recuerdo.

A veces nos aferramos a las cosas que tenemos pensando que es lo único que tenemos en nuestra vida y cuando las perdemos sentimos un vacío y una frustración difíciles de soportar, olvidándonos de establecer  un diálogo verdadero con nosotros mismos y con la esencia que las cosas desprenden y que nos llevan a entender el verdadero significado de aquello que poseemos. Puede que mañana pierdas todo lo que tienes, pero siempre permanecerán contigo los recuerdos felices que has ido acumulando a lo largo de tu vida, éstos nutrirán tu alma y te ayudarán a caminar hacia adelante cuando pases por paisajes de dificultad. Así que no llores por lo que te falta y disfruta recordando los momentos de felicidad que te ha proporcionado aquello que ya no posees, eso será tuyo para siempre. Además cada día de tu vida puedes fabricar nuevos recuerdos y ampliar tu álbum de recuerdos personales.