sábado, 25 de enero de 2014

EL ESPEJO Y LA REALIDAD



Uno de los mejores regalos que he recibido en mi vida fue un espejito que me regaló mi abuela cuando era pequeña. Mi abuela había trabajado en su juventud en una fábrica de espejos y lo consideraba un objeto mágico, porque representa un fiel reflejo de la realidad y solía repetirme que "si quieres saber la verdad sobre algo, el espejo te dará siempre la respuesta adecuada".

Mi abuela me inculcó la necesidad de hablar a diario con el espejo y por eso me regaló aquel maravilloso objeto que ella misma había tallado a mano, en pedrería de diferentes colores. Yo era muy pequeña aún y apenas podía sostener el espejo entre mis manos, pero a partir de aquel día aquel preciado objeto se convirtió en mi joya predilecta y lo llevaba conmigo a todas partes. Junto al espejo, me entregó una carta que leí a toda prisa, sin entender su verdadero significado y ella me dijo que la conservara para leerla con más detenimiento cuando fuera mayor y ella ya no estuviera a mi lado, así que mi madre la guardó cuidadosamente sabiendo que me sería de utilidad en el futuro.

Años después, sucedió que en mi vida comenzaron a fallar varios pilares fundamentales como la salud, el trabajo, los amigos y también por qué no decirlo, era muy poco afortunada en el amor. Yo me sentía muy insegura e incapaz de hacer algo para cambiar lo que sucedía, porque siempre hacía culpable de mi situación a las circunstancias externas. Sin embargo, el día que decidí empezar una nueva vida fue aquel en el que se me cayó al suelo el espejo que me había regalado mi abuela y al recogerlo vi mi imagen reflejada en mil pedazos. Entonces me di cuenta que en realidad, mi abuela quería que mirase más allá del espejo y me centrase en aquello que no puedes ver pero da sentido a toda tu vida y sentí la necesidad de trabajar sobre mi persona para recomponer cada pieza de mi vida que no encajaba. Sabía que no sería tarea fácil, pero era necesario mirar dentro de mi, si quería sentirme bien conmigo misma.

Una de las primeras cosas que hice, fue volver a leer la carta que mi abuela me había entregado junto al espejo y no había vuelto a leer desde que era una niña. Entonces sentí de nuevo aquella emoción indescriptible de la primera vez que sostuve su espejo entre mis manos.

Algunas de las palabras de mi abuela que más me impactaron fueron las siguientes: "Cuando te miras a un espejo, el problema con el que te enfrentas no es la realidad de lo que aparece ante ti, si no la interpretación que tú haces de esa realidad. Da igual que seas fea o guapa, lo importante es cómo te veas a ti misma y cómo interpretes aquello que ves y si quieres que la interpretación sea positiva, debes trabajar tu autoestima. Si te quieres a ti misma, te gustará la imagen que ves reflejada en el espejo, pero si te sientes triste, deprimida y aborreces tu vida, no te gustará lo que aparece reflejado, aunque tu rostro sea el más hermoso del mundo, pues te sentirás una persona desgraciada. La imagen que ves reflejada en el espejo se retroalimenta con aquello que sientes, potenciando los sentimientos que tienes en esos momentos. Si son sentimientos de felicidad verás reflejada esa luz en el espejo y esa luz se trasladará a toda tu vida, pero si son sentimientos de tristeza, todo aquello que aparezca reflejado en el espejo te parecerá gris y falto de vida. Lo mismo sucede en la vida de cada persona. Existe una realidad y la interpretación que hacemos de ella. Lo ideal sería que nos limitásemos a ver la realidad tal  y como es, como aparece en el espejo, pero eso sólo sería posible si no tuviéramos pensamiento propio. Por eso, no te dejes engañar por lo que veas reflejado en el espejo pensando que hay una realidad  única e inamovible que es tal y como aparece ante ti, porque hay otra realidad invisible paralela creada por tu propio pensamiento que hace posible que puedas modificar la imagen real del espejo, dando como resultado la proyección de aquello que tú desees. No olvides trabajar el mundo de lo invisible, donde encontrarás las respuestas que necesitas y sobre todo recuerda que tu felicidad depende de tí".

A partir de aquel día volví a mirarme cada mañana en el espejo y al ver mi imagen reflejada, me preguntaba qué sentía y prestaba atención a los pensamientos que tenía sobre mi persona, trabajando aquellos que no me gustaban y eran negativos y construyendo nuevos pensamientos, hasta llegar a una aceptación de mi propio ser. Entonces vi reflejada aquella mujer que siempre había sido y no había sido capaz de ver, alguien con valor y capaz de dirigir su propia vida hacia el camino de la felicidad. Por fin comenzaba a comprender aquello que mi abuela había intentado enseñarme toda su vida y es que la imagen que aparece reflejada en el espejo depende de tu pensamiento y tú la puedes moldear cada día, convirtiéndola en aquello que tú desees.

Así que, si alguna vez te miras en el espejo de tu vida y éste no te devuelve la imagen que esperabas, tal vez ha llegado el momento de mirar dentro de ti mismo y determinar qué es aquello que no funciona bien y necesitas arreglar para recomponer todas las piezas que conforman tu persona. El pegamento más efectivo para volver a encajar todas tus piezas es quererte y aceptarte a ti mismo. Entonces volverás a ver tu reflejo en el espejo de la misma manera que el sol se refleja en el horizonte cada amanecer y sentirás que una nueva luz nace en tu interior y si miras dentro de ti mismo, siempre encontrarás la respuesta que necesitas. 
  

domingo, 19 de enero de 2014

LUCES Y SOMBRAS

Nuestra vida  se compone de luces y sombras, dos opuestos que no podrían vivir el uno sin el otro;  como la vida y la muerte; la alegría y el dolor; la riqueza y la pobreza; la belleza y la fealdad; la salud y la enfermedad...Cada uno de nosotros podemos decidir cuál de los dos potenciar, sin embargo, cuando perdemos el equilibrio nuestra balanza se desajusta y uno de estos opuestos pesa más que el otro, normalmente el negativo, haciendo que nos colapsemos y seamos incapaces de seguir adelante. No hay una sola persona que no haya pasado por un momento de sombra a lo largo de su vida, incluso aquellas que pensamos que llevan una vida de éxito. Sin embargo, es en la adversidad cuando más crecemos y nos hacemos más fuertes. 
La sombra es el maravilloso lugar donde puedes resguardarte en un día de extremo calor, pero también se puede convertir en tu mayor enemiga cuando la utilizas para ocultarte de la realidad. Y aquí habría que referirse a esos momentos en los que  vives a la sombra de tu propia vida, sin sentirte identificado con nada de lo que te rodea, en lugar de potenciar todas tus cualidades y convertirte en el centro de tu propio universo. Todos atravesamos por circunstancias difíciles a lo largo de nuestra vida que desearíamos eliminar y convertir en inexistentes. A veces olvidamos que la luz se encuentra muy cerca de nosotros y que podemos apretar el interruptor cuando lo deseemos, el problema es que nos hemos acostumbrado a estar a oscuras y la mayor parte del tiempo preferimos seguir instalados cómodamente en ese espacio y que nada ni nadie nos saquen de nuestra sombra conocida.
Una persona se convierte usualmente en aquello que cree que es y también su sombra, que es una prolongación de la propia persona y se nutre y alimenta de ella, por eso hay personas que no se reconocen ni en su propia sombra. Con el paso del tiempo, son estos momentos de sombra los que más valoras en tu vida porque te hacen apreciar cuánto te has superado para dejarlos atrás y para avanzar con paso firme hacia un nuevo horizonte, el lugar donde se encuentra la luz.

Las luces y sombras son las dos caras de una misma moneda y aunque la lances al aire y no sepas cuál te va a salir, lo importante es que estés preparado para vivir cualquiera de las dos circunstancias porque ambas, las luces y sombras, lo positivo y lo negativo, son necesarios para seguir creciendo y para que encuentres tu propio camino en la vida.
No intentes huir de tu sombra porque entonces estarás huyendo de ti mismo. Ni pretendas abandonarla u ocultarte tras ella. Tienes que aprender a vivir con ella. A bailar con ella, a seguir sus movimientos, a lograr una coreografía perfecta. Incluso debes aprender a alimentarla para que no sea más pequeña que tu propio yo. Un hombre no es nada sin su sombra de la misma manera que el sol y la luna se necesitan para seguir existiendo.

Si no reconoces tu sombra, ha llegado el momento de que mires en tu interior, profundamente, allí donde nunca habías llegado y escuches la dialéctica de tu cuerpo y de tu alma. Y en esa búsqueda de tu sombra llega el momento de emprender el maravilloso viaje que siempre habías deseado iniciar y que te ayudará a encontrarte contigo mismo. No tengas miedo de tu sombra, ni mires atrás para ver si te acompaña, tan sólo deja que siga tus pasos y aprende a vivir con ella. Sólo así encontrarás sentido a tu vida y conocerás el verdadero significado de la felicidad. 


sábado, 18 de enero de 2014

¿SABES PONERTE EN EL LUGAR DE LOS DEMÁS?

¿Sabes ponerte en el lugar de los demás? Seguro que te has hecho esta pregunta más de una vez a lo largo de tu vida y siempre has pensado que eres una persona tolerante, que comprende a la gente y sabe ponerse en su lugar, pero lo cierto es que casi todos pensamos que nuestros problemas son los más importantes del mundo, además queremos llevar la razón siempre y nos sienta muy mal que alguien nos lleve la contraria  y difícilmente damos nuestro brazo a torcer, ni siquiera cuando nos equivocamos y así surge la falta de entendimiento. Mi abuelo solía decir que hay que alcanzar un equilibrio entre ponerte en el lugar de los demás y no perder tu propio sitio en la vida y eso es algo realmente complicado, pues a veces ni siquiera sabes cuál es tu lugar en el mundo y te pasas toda tu vida intentando encontrarlo. Me gustaría contarte como aprendí a ser una persona comprensiva y a ponerme en el lugar de los demás.

Cuando era pequeña vivía con mi familia en una ciudad del norte de España donde llovía casi todos los días, así que el paraguas era el complemento indispensable de cualquier persona, cual si fuera una prolongación de tu propio ser.  Hoy en día todos los paraguas son muy parecidos y tienen algo en común, están fabricados con material barato que no te duran más de dos inviernos seguidos,  pero cuando yo era pequeña se cuidaba más la calidad y fabricación y un buen paraguas podía durarte toda la vida y eso por no decir que una persona distinguida siempre llamaba la atención por el diseño de su paraguas.

El paraguas más bonito que he tenido me lo regalaron cuando cumplí 12 años y comencé un nuevo curso en la escuela. Ese año me pusieron una nueva profesora que venía de otro centro educativo. Se llamaba Soledad y era una mujer de mediana edad y de sonrisa amable. Su aspecto era igual al de cualquiera de nuestras madres, sin embargo había algo en ella que me llamó poderosamente la atención, su gesto triste y apagado, como si el sol nunca hubiera formado parte de su vida y hubiera presenciado dos mil días seguidos de lluvia.  En ocasiones cuando estábamos en clase parecía ausente, como si su mente estuviera paseando por los planetas mientras explicaba la lección. Hablaba muy poco y nadie sabía nada sobre su vida. A la hora del recreo nunca salía al patio ni se juntaba con los demás profesores. Solía permanecer en clase seria y pensativa, los niños se reían de ella y le pusieron el mote de "La triste Soledad". En el segundo trimestre Soledad faltó una semana entera a clase y aunque nos pusieron un profesor sustituto, algunos padres se quejaron de su extraño comportamiento y decidieron abrirle un expediente con el fin de cesarla a final de curso.  El día que regresó a clase, nuestra profesora venía con un brazo escayolado y el semblante más abatido que nunca, suponíamos que había tenido un accidente, pero nadie se atrevió a preguntarle y en secreto todos nos reíamos de su miserable aspecto, aunque a mí me daba mucha pena.

Una tarde cuando terminaron las clases comenzó a llover y me di cuenta que había olvidado mi paraguas en casa, así que decidí esperar un rato a que escampara.  Todos mis compañeros y la profesora se habían marchado ya y me quedé sola en el aula. Aquella tarde el cielo parecía querer descargar más lágrimas de la cuenta y no paró de llover ni un solo segundo. Al cabo de media hora decidí marcharme a casa, aunque mi ropa se empapara, pues no quería que mi madre se preocupara y cuando iba saliendo del aula, vi colgado en la percha el paraguas de mi profesora, así que decidí cogerlo prestado. Era un paraguas grande, con el puño en forma de pato y unos dibujos de colores muy alegres que chocaban con la tristeza de su propietaria, pues el estampado de un paraguas suele decir mucho del carácter y temperamento de su dueño, pero no parecía ser éste el caso.

Salí a la calle y abrí el paraguas, me encaminé en dirección a mi casa, pero hacía mucho viento y noté que el paraguas me llevaba en la dirección contraria. Intenté seguir mi camino, pero el viento me impedía seguir adelante, era como si el paraguas quisiera llevarme a otro lugar, así que decidí agarrarme fuerte y dejarme llevar. Y así pasé por un barrio que no había visto antes, también crucé un parque y el paraguas parecía no  querer detenerse, hasta llegar a una calle donde había casas antiguas pintadas de color azul y rodeadas de un pequeño jardín. De repente el viento cesó y el paraguas se detuvo justo delante de la última casa. Vi que había luz en la ventana de la cocina. Me oculté tras un matorral y miré al interior.

Entonces vi a mi profesora sentada en una silla llorando, tapando su rostro con sus manos, mientras un señor que parecía ser su marido le propinaba una sonora bofetada y le amenazaba entre gritos. En cuestión de segundos el marido salió de la cocina, entró en una habitación donde un niño pequeño aguardaba leyendo un cuento y se marchó junto a él dando un fuerte portazo y dejando sola a mi profesora, que parecía una estatua de sal. A partir de aquel instante comprendí a qué se debía su tristeza y me sentí mal por haberme reído de ella en lugar de haber intentado ayudarle. Sin pensarlo dos veces llamé a la puerta. Al verme allí, mi profesora se sorprendió y puso cara de circunstancias pero yo le di un fuerte abrazo, le dije que venía a devolverle su paraguas y ella me invitó a merendar.  Entonces se puso a llorar y me confesó que su marido la maltrataba desde que nació su hijo porque quería que ella dejase su trabajo y había soportado la situación durante mucho tiempo, pero ya no podía más y le había pedido el divorcio y él le amenazaba con llevarse a su hijo, así que tenia que seguir soportando la situación en silencio, pues no tenía más familia en aquella ciudad y tampoco quería dejar su trabajo como profesora.

En esa época la sociedad no estaba tan concienciada con el tema del maltrato y las personas que lo sufrían solían ocultarlo porque pensaban que tenían la culpa de lo que sucedía y se lo merecían o bien por miedo a sufrir rechazo social, así que no es de extrañar que mi profesora estuviera en esa situación y nadie lo supiera. Mi madre es psicóloga, así que invité a Soledad a nuestra casa y todas las tardes mi madre le daba pautas para ayudarle a superar el miedo y el dolor y para mejorar su autoestima. También fuimos a hablar con el director del colegio, le hicimos partícipe de la situación y entre todos los profesores y alumnos decidimos crear una asociación para ayudarla a ella y a otras madres que estaban pasando por lo mismo y que por falta de apoyo no se habían atrevido a poner una denuncia. Y así fue cómo mi profesora se sintió respaldada para denunciar a su marido y separarse de él, iniciando con su hijo una nueva vida. Todos pudimos ser testigos de su evolución y pudimos ver que volvía a ser una persona alegre y feliz, como había sido mucho antes de que la conociéramos. Entonces comprendí que su paraguas colorido encajaba perfectamente con la persona que ella era en realidad, una mujer optimista y vital que volvió a brillar en el aula y pronto se convirtió en la profesora favorita de todos los niños. Y así fue cómo aprendí a ponerme en el lugar de los demás y debo darle las gracias a aquel día de lluvia y al paraguas de mi profesora porque desde entonces he sabido comprender a todas las personas que he conocido y me he convertido en una persona tolerante y compasiva.

A veces en la vida es necesario que cierres tu paraguas para que dejes de ver sólo lo que tienes delante y puedas observar el horizonte de las personas que te rodean y cuando la lluvia moje tu rostro, notarás que hay alguien cerca de ti que te ofrece cobijarte bajo su paraguas. Entonces verás la lluvia caer desde la perspectiva de la persona que te resguarda y así aprenderás lo que es ponerse en el lugar de los demás, sin dejar de ver tu propio punto de vista. Depende de cómo veas la vida y comprendas a aquellos que te rodean, así verás desaparecer un día de lluvia gris y dar paso a un arcoiris multicolor que iluminará tu corazón.



lunes, 13 de enero de 2014

¿VIVES O SOBREVIVES?

¿Alguna vez has sentido que en lugar de vivir estás sobreviviendo? Y con sobrevivir me refiero a que no puedes vivir la vida que te gustaría porque no tienes trabajo, ni medios para salir adelante y estás aguantando como puedes la situación que te ha tocado vivir. Hace unos días me hacía esta pregunta a mí misma mientras pensaba en el cambio radical que ha dado mi vida en los últimos cuatro años. Estoy segura que a ti también te ha pasado o quizá estás atravesando esta situación en estos momentos, por eso me gustaría contarte mi experiencia.

Hubo un tiempo en mi vida en el que parecía haber alcanzado ese estado en el que todo ser humano cree tener todo lo que necesita para ser feliz: una buena salud, un buen trabajo, una hermosa casa y una vida llena de sueños y posibilidades. De repente, el día menos pensado te vas a dormir y cuando te despiertas a la mañana siguiente te das cuenta que tu mundo ha desaparecido y que todo aquello que tenías y con lo que eras, o creías ser feliz,  ha dejado de existir para siempre y te encuentras con el paso cambiado y con las manos completamente vacías.  
¿Alguna vez te ha sucedido esto? A mí...varias veces y quizá esta última ha sido la más prolongada en el tiempo y la que más huella ha dejado en mi persona. Así cuando más confiado te encuentras, ves asomar en la pantalla de tu vida las letras de "partida terminada" y te ves otra vez pulsando el botón de "START" y comenzando una nueva partida desde el principio, por la  "fase cero", la misma donde comenzaste hace años el juego de tu vida y que ya habías superado con buena puntuación cuando eras joven y tenías sueños e ilusiones y ahora, años después y sin terminar de creerlo aún, debes empezar otra partida sin nada de lo que tenías antes. Los premios y recompensas adquiridos han desaparecido y empiezas con "cero puntos" en el marcador,  justo cuando pensabas que te encontrabas en un camino estable, feliz y que lo estabas haciendo bien.  Y ahora te sientes inseguro, vulnerable, golpeado por la vida y comienzas a perder estabilidad y a no saber por dónde tirar. La incertidumbre se apodera de tu vida y tu salud comienza a resentirse. Te sientes incapaz de hacer cosas que antes podías hacer incluso con los ojos cerrados  y sientes miedo, mucho miedo. Comienzas a perder la esperanza y piensas que ya nunca más volverás a tener una vida normal. Todos tus referentes desaparecen. También aquellos a quienes considerabas amigos. Y te encuentras solo ante un mundo cada vez más tecnológico y distante, con el que no te sientes nada identificado.
La vida es un juego, pero no te aferres desesperadamente a una partida porque la partida puede comenzar de nuevo en cualquier momento. No te aferres a una situación, ni a un estatus, ni a una persona, ni a un determinado tipo de vida, porque todo aquello que conocías puede desaparecer en tan solo un segundo y debes aprender a adaptarte a los cambios que se producen en tu vida y tener la fortaleza necesaria para no rendirte y comenzar de nuevo. Puede que no tengas la misma ilusión que tenías al principio y que sientas que tus sueños han sido destruidos, pero no olvides que cuentas con un importante comodín: la experiencia que los años te han proporcionado, sabes cómo manejar determinadas situaciones y hasta dónde puedes llegar y si además conservas la capacidad de creer en ti mismo, verás cómo de un problema difícil nacerá la oportunidad de profundizar en aspectos de tu persona que desconocías y  descubrirás nuevas posibilidades donde antes sólo parecía  haber vacío e incertidumbre.
La crisis actual nos está dando la posibilidad de conocernos mejor a nosotros mismos y no todos los días se tiene una oportunidad así, aprovéchala. A veces la vida te da más tiempo libre del que desearías para que trabajes contigo mismo y desarrolles nuevas capacidades. Si lo ves de esta manera te darás cuenta de lo afortunado que eres. Te puedo asegurar que en este tiempo, a pesar de haber pasado malos momentos, como todos, he aprendido a conocerme mejor a mí misma y también a superar situaciones que antes no sabía cómo manejar. Uno de mis retos más difíciles era el de aprender a ponerme en mi sitio ante determinadas personas y situaciones, obstáculo que seguía en mi camino y con el que seguía tropezando por tiempo indefinido y a fuerza de pasar tiempo conmigo misma y de conocer mis fortalezas y debilidades y trabajar sobre ellas, he desarrollado la habilidad necesaria para poder hacerlo y cuando he mirado atrás he pensado en lo positiva que ha sido esta experiencia de largo tiempo en desempleo para ayudarme a crecer como persona, porque los problemas son la llave que nos abren la puerta del lugar dónde realmente queremos estar en la vida y si no existieran seguiríamos siempre en el mismo sitio, dando vueltas como las moscas y sin llegar al lugar que nos corresponde.
A veces le prestamos demasiada atención a cosas banales, vivimos inconscientemente, sin darnos cuenta de lo realmente importante y sólo cuando la vida nos sacude y nos saca de nuestra zona de confort nos damos cuenta que en realidad la vida que estábamos viviendo nos hacía infelices y que ahora es cuándo hemos descubierto quiénes somos realmente y dónde se encuentra el camino que queremos recorrer, aquél donde queremos que comience "el primer día del resto de nuestra vida".
Así que, si alguna vez la vida te pone en la tesitura de tener que "sobrevivir" en una situación determinada, recuerda que sobrevivir significa "seguir vivo" y que a partir de una experiencia difícil tendrás la oportunidad de fortalecerte, crecer como persona y comenzar a vivir plenamente, porque descubrirás el nuevo ser humano que ha nacido en ti y así surgirá en ti la victoria y la posibilidad de hacer tus sueños realidad con cada nuevo amanecer.  
No me gustaría finalizar la historia de mi vida sin antes decirte que no tengas miedo de apretar el botón de "start" cuantas veces sea necesario, porque la partida es tuya y siempre serás protagonista y vencedor en el juego de tu vida. Así que ánimo y adelante. Tú puedes conseguir todo aquello que te propongas y para ello debes creer en ti mismo y confiar en tus posibilidades, que son infinitas.


 

viernes, 10 de enero de 2014

¿QUÉ HACES MIENTRAS ESPERAS?

Bienvenido a la cola, ese inevitable momento de tu vida que difícilmente puedes soportar y que se repite día tras día. No hace falta que hagas nada, ni que aprietes ningún botón, la cola se activa sola en cualquier situación de tu vida, como ese atasco de tráfico interminable que sufres cada mañana o el tiempo que las agujas de tu reloj parecen detenerse cada vez que vas a realizar una gestión al banco y eso por no hablar de la cola diaria en las cajas del supermercado. En ese mismo instante te conviertes en un número más, carente de identidad y te dejas arrastrar por la impaciencia, la irritación, el malestar, la frustración y una serie de sentimientos encontrados que hacen que te desconectes de ti mismo y de la masa de personas que te rodean y que están esperando para el mismo fin que tú. Y en ese universo paralelo da igual lo que tengas, o quien seas, o que te la intentes saltar, tarde o temprano todos coincidiremos en un mismo punto en la vida: la cola.
Si reflexionas sobre este hecho, tal vez deberías entrar en comunicación con su dialéctica. La cola te está obligando a una parada forzosa, debes respetar esa señal de STOP y aprender a soltar y a relajarte, así que di adiós a las prisas y al estrés aunque estés a la cola otra vez. Experimentar la sensación de pararte es algo muy beneficioso para tu cuerpo y tu mente y te proporciona una mayor percepción del mundo que te rodea. Para pararte debes poner tu mente en blanco y eliminar cualquier tipo de pensamiento. Esta técnica se ha empleado en la curación de algunas enfermedades con gran éxito y el secreto está en que la sanación parte de ti mismo, cuando consigues parar tus pensamientos y experimentar la sensación de relax.
También puedes sacar mucho partido a tu tiempo de espera si en lugar de quejarte, activas tu cerebro y lo empleas en actividades útiles, como considerar aquellos aspectos de tu vida que te gustaría mejorar o repasar mentalmente los logros que has obtenido ese día y mostrar gratitud; también puedes buscar nuevas formas de resolver una situación complicada, sin olvidar que nunca es tarde para reinventarte a ti mismo y poner en marcha ese proyecto que siempre habías deseado realizar. Además debes desarrollar la paciencia, saber aguantar, esa cualidad que todos creemos tener pero que perdemos cada dos por tres.
Quizá uno de nuestros mayores problemas es, que nos pasamos todo el día en estado piloto automático, distraídos y conectados al móvil y a las redes sociales y no somos conscientes de nuestros propios pensamientos y emociones. Pues bien, la espera obligada de la cola te da la oportunidad de entrar en conexión contigo mismo (además de con tu Whatssap) y elegir tus pensamientos, de la misma manera que eliges qué plato tomar en la carta de un restaurante. Así puedes cambiar tus pautas negativas por creencias positivas. Si te fijas bien, puedes dar la vuelta a la situación negativa de la espera y convertirla en esa pausa diaria que todos necesitamos para tener un encuentro con nosotros mismos y curarnos del estrés diario que nos rodea.
Además de la cola tradicional que se produce en diferentes situaciones de nuestra vida cotidiana, existe la cola existencial, referida al lugar en el que nos situamos a nosotros mismos en nuestra propia vida. ¿Alguna vez te has preguntado por qué no estás donde te corresponde? Tal vez sea porque te has olvidado de ti mismo y la mayoría de las veces sabes cómo satisfacer a los demás y luchar por causas ajenas, pero lo que tú piensas o sientes lo dejas aparcado, lo vas posponiendo para ese momento que sabes que nunca llegará y siempre te sitúas en el último lugar de tu existencia. De esta forma te alejas de tu propia felicidad porque te diriges al lugar opuesto a donde se encuentra.
Pero tú tienes el poder de cambiar la posición que quieres ocupar en tu propia vida. Es cuestión de revisar tus prioridades y de que decidas qué es lo más importante para ti, para eso debes escucharte a ti mismo y conocerte a fondo, así sabrás qué te hace feliz y lo llevarás al pódium de tu vida. En las primeras posiciones estarán tu tranquilidad, tu autoestima, tu bienestar y felicidad personal y al final de la cola aquello que deseas abandonar como la tristeza, la incertidumbre, la depresión o el miedo, que finalmente harás desaparecer cuando aprendas a controlar ese tipo de emociones, sin permitir que te lleven por derroteros que no quieres.
Recuerda que tú decides en qué lugar quieres estar. De ti depende ser el primero, el último o abandonar la cola. Puedes ser un mero espectador o tomar parte activa en tu existencia.
Cuando descubras el verdadero sentido de tu vida, te darás cuenta que la cola ya no existe, porque han desaparecido de tu mente los obstáculos que te impedían avanzar y verás claramente el camino que debes seguir para encontrarte con tu felicidad. Y así podrás comenzar a vivir plenamente, sabiendo que has encontrado tu lugar en la vida y tienes el universo ante ti con infinidad de posibilidades para ser feliz.