Hace tiempo que
los seres humanos olvidaron mirar dentro de sí mismos y comenzaron a dar más
valor a lo que poseían y a lo que debían hacer para obtenerlo. Perdieron de
vista su propia sombra. Abandonaron el fuego y la magia interior que les hacía
bailar como sólo sucede cuando emprendes una nueva aventura.
A partir de ese momento nuestra vida dejó de pertenecernos y fue adquirida por una dura competidora: la escala de valor de los demás. Poco importa lo que puedas pensar de ti mismo, la importancia reside en los demás. Y si algo no te gusta, no te esfuerces, será lo que decidan los demás. Dejas de ser un uno que suma para comenzar a restar.
Sin embargo,
es cuando recuperas el valor de lo invisible cuando realmente puedes volver a
sumar. El valor de lo invisible se mide por la capacidad que tienes para
valorarte a ti mismo sin importarte la opinión de los demás. Cuanta más seguridad
ganes, más valdrá tu invisibilidad y si eres inseguro te superarás en
visibilidad.
Pero ten
cuidado, el mundo se compone de opuestos y te corresponde a ti decidir qué
parte de tu mundo invisible deseas potenciar para obtener lo mejor de ti mismo.
El mundo
invisible es infinito y aunque no lo puedas ver, sentir o tocar y aparentemente
pase desapercibido, de él puedes obtener las cosas más importantes de la vida
como la felicidad, la paz, el amor, la armonía, la amistad, la seguridad, la
confianza, el optimismo, las ilusiones, la alegría, la lealtad, la nobleza, la inteligencia, tus ideales, tus sueños... y también magia, valores, deseos...
Las posibilidades son ilimitadas, como así lo son tus sueños.
Las posibilidades son ilimitadas, como así lo son tus sueños.
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