¿Alguna vez has tenido problemas de autoestima? Si me lo preguntas a mí...la respuesta es SI, toda mi vida. La primera vez que ví mi rostro reflejado en un espejo fue cuando cumplí los 18 y mis viejos me dejaron, por fin, llevar lentillas. Hasta entonces había tenido que usar unas horribles gafas de pasta con elástico que me hacían ser el objeto de burla de todos mis compañeros. Realmente no era el más feo, ni el más raro, ni el más idiota de la clase, pero yo me lo creía y me pasaba todas las tardes encerrado en casa. Puede que te parezca una tontería, pero el hecho de ver mal desde que tenía 6 años me ha hecho crecer con una visión distorsionada de mí mismo y de la realidad que me rodea. Pero ahora, todo ha cambiado. Cuando me he visto por primera vez sin gafas ante un espejo, la imagen que me ha devuelto me ha gustado y ahora me siento más seguro que antes y a pesar de ser el mismo, ya nadie se mete conmigo.
No sé por qué sucede pero, normalmente las personas más atractivas, inteligentes y que tienen todo lo que cualquiera pudiera desear, son las que más desgraciadas se sienten y menos se valoran a sí mismas, viéndose atrapados en una vida gris que no les pertenece, pues habitan en el lugar equivocado: el de los perdedores. Y sin embargo, a veces te encuentras con gente realmente desagradable y sin ningún tipo de valor moral, que se sienten encantadas de haberse conocido y no lo entiendo tío.
Cada vez que pienso en este tema, recuerdo a un amigo de mi abuelo que era escultor y solíamos visitar cuando yo era pequeño. Era un reconocido artista hiperrealista y sus exposiciones solían ser las más famosas de la ciudad. Muchas tardes de domingo las pasábamos en su taller viéndole trabajar y nos fascinaba ver cómo creaba partiendo de la nada, verdaderas obras de arte. Se había especializado en las esculturas de personas y sus obras eran la sinergia de belleza, movimiento y realismo, tan solo faltaba el toque de un hada inspiradora que les diera un soplo de vida con su varita mágica. Un día, mi abuelo le preguntó cuál era su ingrediente secreto para esculpir personas tan perfectas y nos dijo algo que nunca he olvidado: "Cada vez que trabajo en una nueva escultura tengo una sola imagen en mi mente: los dioses de la mitología. Eran seres perfectos porque no tenían problemas de autoestima, ni complejos de inferioridad o de envidia y se sentían fuertes, inteligentes y seguros de sí mismos, por eso parecían tan hermosos ante los ojos de los demás. Cuando nacemos somos como estos dioses, seres humanos perfectos y completos, pero a medida que vamos creciendo y la aprobación y opinión de los demás se convierten en el lema de nuestra vida, dejamos de creer en nosotros mismos y nos convertimos en personas que no se quieren, ni creen en sí mismas, ni son capaces de llevar a cabo sus sueños. Mis esculturas son una reivindicación a ese dios que todos y cada uno de nosotros llevamos dentro, y es así como debemos vernos a nosotros mismos, maravillosos y perfectos".
Cada vez que pienso en este tema, recuerdo a un amigo de mi abuelo que era escultor y solíamos visitar cuando yo era pequeño. Era un reconocido artista hiperrealista y sus exposiciones solían ser las más famosas de la ciudad. Muchas tardes de domingo las pasábamos en su taller viéndole trabajar y nos fascinaba ver cómo creaba partiendo de la nada, verdaderas obras de arte. Se había especializado en las esculturas de personas y sus obras eran la sinergia de belleza, movimiento y realismo, tan solo faltaba el toque de un hada inspiradora que les diera un soplo de vida con su varita mágica. Un día, mi abuelo le preguntó cuál era su ingrediente secreto para esculpir personas tan perfectas y nos dijo algo que nunca he olvidado: "Cada vez que trabajo en una nueva escultura tengo una sola imagen en mi mente: los dioses de la mitología. Eran seres perfectos porque no tenían problemas de autoestima, ni complejos de inferioridad o de envidia y se sentían fuertes, inteligentes y seguros de sí mismos, por eso parecían tan hermosos ante los ojos de los demás. Cuando nacemos somos como estos dioses, seres humanos perfectos y completos, pero a medida que vamos creciendo y la aprobación y opinión de los demás se convierten en el lema de nuestra vida, dejamos de creer en nosotros mismos y nos convertimos en personas que no se quieren, ni creen en sí mismas, ni son capaces de llevar a cabo sus sueños. Mis esculturas son una reivindicación a ese dios que todos y cada uno de nosotros llevamos dentro, y es así como debemos vernos a nosotros mismos, maravillosos y perfectos".
Así que cuando tengas algún problema de autoestima o te sientas mal contigo mismo, recuerda las palabras del escultor y no permitas que ninguna persona o circunstancia difícil por la que atraviese tu vida te hagan pensar que no vales nada o que no te mereces lo mejor. Eres maravilloso tal y como eres y por eso debes quererte a ti mismo. Y recuerda que tú eres la escultura de tu vida y puedes modelarte a ti mismo como tú decidas. Y si te gustas a ti, serás simplemente perfecto.
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